martes, 30 de septiembre de 2014

¿Eres de los que lloran en los finales de las “pelis”?

Las películas representan situaciones, vivencias donde se representa el peligro, la pérdida, el dolor. Experiencias traumáticas que todos sabemos reconocer porque las hemos vivido y que pueden disparar emociones que estan esperando aflorar.


  Estamos al final de la película donde se resuelve la  trama que ha mantenido la tensión y la atención del espectador hasta el momento. Sin embargo, ¿por que el público no llora mientras sucede la tragedia y el dolor y  si cuando se resuelve o llega el final feliz?

  La respuesta por lo visto está en el concepto de seguridad. Según los investigadores, parece ser que en esos momentos, nos sentimos psicológicamente muy vulnerables  y preferimos no exponernos al peligro de expresar nuestros sentimientos. Los sentimientos se mantienen a raya durante esos instantes cruciales. Cuando la situación ya es lo suficientemente segura para poder expresarlos, nos desbordan y afloran de golpe. No es que el final de la “peli” nos provoque el llanto, la tristeza o la felicidad. Esas emociones estuvieron ahí, la diferencia es que ya no se reprimen.

  Cuando alguien está "en peligro”, por ejemplo en público, su ego se orienta a sobrevivir y dominar ese "peligro". Las emociones que eran apropiadas para el incidente se reprimen, sólo para emerger cuando el "peligro" ha pasado.

  La versión extrema de este fenómeno la veríamos en los pacientes con trastornos con estrés post-traumático. Personas que han vivido situaciones prolongadas de peligro, en las que el individuo es relativamente impotente. Para sobrevivir, los sentimientos y los pensamientos se reprimen. Sólo cuando la persona regresa a la situación controlada, a la seguridad, aparecen las pesadillas, los sobresaltos, los ataques de pánico etc.  Todo esto debería haberse dado en el momento adecuado, pero entonces no se podían o no se debían expresar.

  Más aún: muchos clientes que acuden a una sesión de coaching o de terapia se han sentido o han vivido situaciones pasadas de abandono, pérdida, desprotección o desamor a lo largo de su vida.( o por lo menos así lo han percibido). Estos sentimientos son a veces demasiado duros de vivir como para poder expresarlos en tiempo real. En nuestra infancia, somos dependientes y generalmente apegados a los cuidadores. Con el fin de proteger nuestra supervivencia, reprimimos los sentimientos, lo que por otro lado puede llevarnos situaciones de abuso. Por eso, en la consulta, es frecuente que una vez establecida la alianza paciente-terapeuta y creadas las condiciones de confianza adecuadas, los sentimientos reprimidos surjan. Las sesiones pueden estar llenas de una gran carga emocional.
La expresión de estos sentimientos anclados a ciertas vivencias dolorosas pasadas  no es un gran problema. Al final conduce a una mayor autorregulación  y comprensión, despejando el camino hacia metas más ecológicas.  

  Leer libros o ver películas muy emocionales en situaciones de seguridad puede hacer experimentar emociones a la persona. Estos han estado siempren ahí. La persona se siente identificada total o parcialmente con lo que esta pasando en el relato y simplemente salen.

  Así que la próxima vez que veas a tu amig@ llorar al final de una "peli", no pienses en  lo lacrimógeno que es el final. Piensa mejor en cómo ha sido el desarrollo de la película.

jueves, 20 de febrero de 2014

Inteligencia Emocional I

   
  Cada vez son más las empresas que deciden formar a  empleados y directivos en las habilidades de la inteligencia emocional. Los psicólogos aseguran que se gana en creatividad, productividad y lo más importante: se reducen en un 50 % la ansiedad y el estrés, las grandes enfermedades del siglo XXI.


  ¿Pero de qué depende el éxito en el trabajo? Los psicólogos aseguran que depende en un 80%  de la capacidad para gestionar las emociones. Lo que se conoce como inteligencia emocional. Diríamos que es la capacidad para regular aquellas emociones que deben durar poco en el tiempo, que son normalmente emociones negativas, y hacer durar lo más posible las emociones positivas, que son más interesantes. Controlar y gestionar las emociones para ser más felices y poder afrontar cualquier situación. El problema no es el problema: "el problema" es como tú vives el problema.

   Emoción y razón funcionan juntas, por lo que podemos aprender a regular emociones negativas; enfado, frustración, envidia... La mejor forma dicen, es contrarrestándolas con emociones positivas o elaborando listas de las cosas buenas que nos pasan durante el día y no prestando atención a las emociones negativas o prestándoles la justa. Así entrenamos a nuestro cerebro a pensar en positivo, le enseñamos a fijarse y a reconocer las cosas que le hacen sentir bien. 

   Se ha descubierto que este entrenamiento además tiene un impacto físico en el cerebro humano. Los neurólogos han visto que lo que tú piensas cuando reconoces o contemplas una emoción positiva,  hace que se fortalezcan las partes del cerebro que te hacen sentir mejor. Esto favorece que se creen nuevas conexiones neuronales y se potencien nuevas redes positivas en detrimento de las redes neuronales negativas. Eres cada vez más feliz en el día a día.

   Las empresas que logran este ambiente de emociones positivas y un clima de gestión inteligente de las emociones consiguen que la productividad del trabajador aumente más del 50%. El rendimiento de los equipos cuando saben expresar y canalizar sus emociones aumenta en un 80% (porque se pueden crear equipos emocionalmente inteligentes) y hay una reducción de la conflictividad y una gestión más positiva de los conflictos en el caso de que aparezcan. Y si además mejoramos la salud del trabajador como antes he dicho, reduciendo el estrés y el desgaste profesional a la mitad, estamos  reduciendo también las bajas médicas y el absentismo laboral. En resumen, la implantación de la formación en inteligencia emocional en el ámbito laboral nos hace más felices en el puesto de trabajo, aporta calidad de vida y nos hace más productivos.