¿Pero de qué depende el éxito en el
trabajo? Los psicólogos aseguran que depende en un 80% de la capacidad para gestionar las
emociones. Lo que se conoce como inteligencia emocional. Diríamos que es la
capacidad para regular aquellas emociones que deben durar poco en el tiempo, que
son normalmente emociones negativas, y hacer durar lo más posible las emociones
positivas, que son más interesantes. Controlar y gestionar las emociones para
ser más felices y poder afrontar cualquier situación. El problema no es el
problema: "el problema" es como tú vives el problema.
Emoción y razón funcionan juntas, por lo que podemos aprender a regular
emociones negativas; enfado, frustración, envidia... La mejor forma dicen, es contrarrestándolas
con emociones positivas o elaborando listas de las cosas buenas que nos pasan
durante el día y no prestando atención a las emociones negativas o prestándoles
la justa. Así entrenamos a nuestro cerebro a pensar en positivo, le enseñamos a
fijarse y a reconocer las cosas que le hacen sentir bien.
Se ha descubierto que este entrenamiento además tiene un impacto físico en el cerebro humano. Los neurólogos han visto que lo que tú piensas cuando reconoces o contemplas una emoción positiva, hace que se fortalezcan las partes del cerebro que te hacen sentir mejor. Esto favorece que se creen nuevas conexiones neuronales y se potencien nuevas redes positivas en detrimento de las redes neuronales negativas. Eres cada vez más feliz en el día a día.
Se ha descubierto que este entrenamiento además tiene un impacto físico en el cerebro humano. Los neurólogos han visto que lo que tú piensas cuando reconoces o contemplas una emoción positiva, hace que se fortalezcan las partes del cerebro que te hacen sentir mejor. Esto favorece que se creen nuevas conexiones neuronales y se potencien nuevas redes positivas en detrimento de las redes neuronales negativas. Eres cada vez más feliz en el día a día.
Las empresas que logran este ambiente de emociones positivas y un clima de gestión inteligente de las emociones consiguen que la
productividad del trabajador aumente más del 50%. El rendimiento de los equipos
cuando saben expresar y canalizar sus emociones aumenta en un 80% (porque se
pueden crear equipos emocionalmente inteligentes) y hay una reducción de la
conflictividad y una gestión más positiva de los conflictos en el caso de que aparezcan.
Y si además mejoramos la salud del trabajador como antes he dicho, reduciendo
el estrés y el desgaste profesional a la mitad, estamos reduciendo también las bajas médicas y el
absentismo laboral. En resumen, la implantación de la formación en inteligencia
emocional en el ámbito laboral nos hace más felices en el puesto de trabajo,
aporta calidad de vida y nos hace más productivos.